Hoy es un día violeta, es decir que amenaza con lluvia. De veredas repletas de gente que apenas se mira. Así son los días violetas. A mi me pasa que quiero escribir un cuento y la lapicera se me corre de las manos. Qué tengo ganas de tomar leche con galletitas y seguro que si voy a la mesa me encuentro con un tazón de té. Y que no me enojo porque los violetas no son días de enojarse.
Podría ser azul, como cuando el cielo es un espejo y las caras de las personas parecen flores que se abren contra el viento. O rojo, cuando todo parece estar a punto de suceder; una risa a punto de estallar, dos manos a punto de estrecharse, un avión a punto de levantar vuelo. Pero no, ni rojo ni azul. El día de hoy es violeta y así son los días violetas.
Por mucho que uno quisiera no podría volverse amarillo. Un día amarillo claro. De esos en que los ojos se quedan atrapados en el vidrio de una ventana y los recuerdos son de atrás para adelante y de adelante para atrás. Como si se abriera un álbum de fotografías y las caras risueñas de los amigos vivieran de nuevo momentos que ya pasaron.
Esos días amarillos en los que uno está dentro de la casa porque llueve. Esos días amarillos que se confunden con los grises porque cuando llueve el cielo se pone gris, sin embargo los días grises son distintos. En ellos puede haber sol y los árboles estar más que florecidos. En los días grises es la mirada de uno la que tiene nubes y entonces por cualquier cosa se llora. O se hace puchero. O un nudo en la garganta simplemente porque sí. O porque uno quisiera que fuera un día azul y las nubes de la mirada lo nublan todo.
A mí me gustan los días verdes, como las copas de los árboles en primavera. Como enormes extensiones de campo vistas desde lo alto. Son días en los cuales los edificios parecen construidos de pasto y hasta los delantales blancos de la escuela parecen hojas moviéndose de aquí para allá. Unos se cuenta desde que amanece cuando un día es verde.
Hay días lisos, con pintitas y multicolores. Horas anaranjadas con horas fucsias que se mezclan y tardes blancas para enamorarse.
Así se desliza la vida. Desde la paleta de un pintor desconocido. El tiempo se derrama gota a gota del pincel.
Por eso hoy es un día violeta y tal vez mañana sea rojo o dorado o transparente. En uno de esos quizás nos encontremos...
Podría ser azul, como cuando el cielo es un espejo y las caras de las personas parecen flores que se abren contra el viento. O rojo, cuando todo parece estar a punto de suceder; una risa a punto de estallar, dos manos a punto de estrecharse, un avión a punto de levantar vuelo. Pero no, ni rojo ni azul. El día de hoy es violeta y así son los días violetas.
Por mucho que uno quisiera no podría volverse amarillo. Un día amarillo claro. De esos en que los ojos se quedan atrapados en el vidrio de una ventana y los recuerdos son de atrás para adelante y de adelante para atrás. Como si se abriera un álbum de fotografías y las caras risueñas de los amigos vivieran de nuevo momentos que ya pasaron.
Esos días amarillos en los que uno está dentro de la casa porque llueve. Esos días amarillos que se confunden con los grises porque cuando llueve el cielo se pone gris, sin embargo los días grises son distintos. En ellos puede haber sol y los árboles estar más que florecidos. En los días grises es la mirada de uno la que tiene nubes y entonces por cualquier cosa se llora. O se hace puchero. O un nudo en la garganta simplemente porque sí. O porque uno quisiera que fuera un día azul y las nubes de la mirada lo nublan todo.
A mí me gustan los días verdes, como las copas de los árboles en primavera. Como enormes extensiones de campo vistas desde lo alto. Son días en los cuales los edificios parecen construidos de pasto y hasta los delantales blancos de la escuela parecen hojas moviéndose de aquí para allá. Unos se cuenta desde que amanece cuando un día es verde.
Hay días lisos, con pintitas y multicolores. Horas anaranjadas con horas fucsias que se mezclan y tardes blancas para enamorarse.
Así se desliza la vida. Desde la paleta de un pintor desconocido. El tiempo se derrama gota a gota del pincel.
Por eso hoy es un día violeta y tal vez mañana sea rojo o dorado o transparente. En uno de esos quizás nos encontremos...
Silvia Schujer
(Este cuento es un regalo que recibí en 1995 de Julieta Aldana Castagnola, una alumnita de séptimo)
(Este cuento es un regalo que recibí en 1995 de Julieta Aldana Castagnola, una alumnita de séptimo)
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